Historia del Parque del Príncipe

Todo comienza cuando en el año 1978, lo que se conocía como Instituto de Conservación de la Naturaleza (ICONA), cede al ayuntamiento cacereño unos terrenos de su propiedad. En un primer momento sólo se acondiciona un camino arbolado y comienzan a plantarse otros árboles diseminados por la finca. Este espacio empieza a hacerse cada vez más popular y desde 1984 se acometen las mejoras que llevarán a darle la configuración que tiene actualmente. En ese año se cierra la parte alta del terreno que colinda con la Avenida de Hernán Cortés y en 1990 se construyen varios edificios, como la casa del guarda o el auditorio, hasta que se traslada al parque en 1991 la sede de la Sección de Parques y Jardines del Ayuntamiento, momento en el que este parque comienza a cobrar más fuerza y empieza, además, un gran esmero por convertirlo en un espacio singular como ahora es. 

Entre 1991 y 1996 se reconfigura todo el espacio, creándose un gran canal central rodeado por paseos, se construyen 4 grandes fuentes y el estanque de la zona baja. Se le dota también de una estufa fría para albergar en ella una gran colección de especies tropicales llegadas de todas las partes del mundo. Este espacio es parcialmente abandonado y rehabilitado gracias al Plan E, reabriendo sus puertas en marzo de 2011, tras permanecer casi 15 años cerrado. En un total de 500 metros cuadrados podemos ver plantas carnívoras (Dionaea sp., Drosera sp., Nepenthes sp., por ejemplo), plantas acuáticas, otras epífitas o unos enormes helechos arbóreos que son unos verdaderos fósiles vivientes y nos hacen remontarnos al Carbonífero, a finales del Paleozoico (Dicksonia antartica). Abundan las orquídeas, begonias, colios... hasta completar un total de 700 especies llegadas de los cinco continentes, muchas de ellas por donaciones de particulares. Gracias a un sistema de goteo y nebulización se consigue una humedad constante de un 90% y una temperatura media que permite el óptimo desarrollo de esta impresionante colección de especies tropicales, única en la región y de las pocas que existen en el país. 

Junto a la estufa fría existen otros espacios dedicados a los ambientes acuáticos, donde conviven plantas con galápagos, ranas o sapos, y muy cerca varios cactarios, con una enorme colección de cactus, crasas y suculentas que forman una fantástica colección de este tipo de plantas tan especial; y en la gran plaza superior, una rosaleda con más de 50 variedades diferentes de rosales. Pero, además, en una zona más apartada, se han dedicado varias hectáreas al género Quercus, con algo más de 40 especies de robles que son una verdadera lección de botánica y que nos puede ayudar a comprender las adaptaciones geoclimáticas de este género y que ha derivado en esta gran cantidad de especies. Pero estas 40 son solo una pequeña parte de las 1000 especies de árboles y arbustos que pueden contemplarse en estas 22 hectáreas, convirtiéndose este espacio, por lo tanto, en el mayor arboretum de nuestra comunidad. A esto se le suman las más de 40 especies de hongos que crecen en él y que han permitido el desarrollo de actividades como las jornadas micológicas que alberga cada año.

Y si todo esto no fuera poco, gracias a la iniciativa del escultor Pepe Noja, como ya había hecho en otras ciudades, se instaló en el Parque un museo al aire libre de escultura. En 1997 presentó al Ayuntamiento un proyecto inicial que contemplaba la colocación de un total de 120 esculturas que llegarían a la ciudad en tres fases distintas, con un coste de entre 1,5 y 2 millones de pesetas por obra, que en el caso de Cáceres serían "patrocinadas" por distintas empresas. Finalmente, solo llegó para 27 esculturas que en un primer momento se iban a instalar en el Parque del Rodeo, pero que finalmente se exhibieron en el Parque del Príncipe, en una perfecta combinación de autores de diversas generaciones y procedencias, aunque prevaleciendo los artistas españoles e iberoamericanos. Desde un primer momento se pensó en colocarlas a lo largo del paseo central sobre el césped en el tramo situado entre las dos entradas principales del parque. La heterogeneidad de las obras seleccionadas hizo muy complicado crear un discurso museístico con unas directrices claras, por lo que se buscó evaluar los volúmenes y se optó por el contraste y la alternancia para hacer más atractivo el recorrido por las obras expuestas. Se pretendió un equilibrio entre piezas figurativas y abstractas, mezclando las formas geométricas con los juegos de ritmos en los espacios, incluyendo animales y desnudos. De todas las obras expuestas voy a referirme a un total de seis siguiendo un criterio meramente subjetivo, siendo las obras que más me llaman la atención o interesan de la colección. 

Podemos decir que estas 22 hectáreas situadas a cinco minutos del corazón de Cáceres suponen un lugar para descubrir, para disfrutar, para aprender, y donde podemos observar en un paseo entre naturaleza y arte una gran cantidad de fauna y flora.

Información obtenida de Cáceres al Detalle